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Por Marusia López Cruz y Cristina Hardaga Fernández, Asociadas por lo Justo-, Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (JASS)

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Por Marusia López Cruz y Cristina Hardaga Fernández, Asociadas por lo Justo-, Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos (JASS)

La Resolución: “Protección de las defensoras de los derechos humanos”[1] – primera en su tipo - adoptada el 18 de diciembre de 2013 por la Asamblea General de Naciones Unidas, llama a los Estados y a la sociedad civil en su conjunto a reconocer la importante contribución que las mujeres defensoras de derechos humanos hacen a la construcción de la paz, la justicia y la igualdad. Así mismo advierte que las defensoras, en el ejercicio de su trabajo de promoción y defensa de los derechos humanos, enfrentan riesgos y amenazas específicas determinadas por el contexto  estructural de discriminación y violencia sistémicas en contra de las mujeres que se expresa, entre otras cosas, en la falta de acceso a la justicia, la persistencia de la impunidad en las violaciones a los derechos humanos, y la falta de reconocimiento – en diversos ámbitos y espacios- del legítimo rol y contribución de las mujeres que trabajan por los derechos humanos [2].

En la región mesoamericana, los obstáculos que enfrentan las defensoras de derechos humanos son cambiantes y varían de un contexto a otro, sin embargo, son constantes la exclusión, la discriminación y la desigualdad de género. Elevados  índices de violencia contra las mujeres, cargas desproporcionadas de trabajo doméstico y de cuido y un entorno cultural que “castiga” a quienes desafían las normas y estereotipos de género, son solo algunos ejemplos de los factores que generan condiciones adversas para las defensoras puesto que inhiben la participación política y social de las mujeres y generan riesgos adicionales.

En estos contextos, es común que las defensoras de derechos humanos sean cuestionadas por sus familias y poco  valoradas y respetadas por los gobiernos, autoridades gubernamentales, comunidades e, incluso, por sus propias organizaciones. Como consecuencia de ello, cuando se enfrentan a una situación de riesgo no suelen contar con redes sólidas que las respalden y protejan. De cara a esta situación, la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras[3] desde el  año 2010 ha centrado su trabajo en la formación y promoción de redes de protección para las  mujeres que defienden los derechos humanos, entendiendo por defensora de derechos humanos a toda mujer que personal o colectivamente busque transformar toda situación de desigualdad, injusticia y violencia, ejerciendo activamente su derecho a la participación y la libertad de expresión.

Para nosotras, la promoción y construcción de redes de defensoras es importante en la medida en que pueden generarse espacios seguros entre mujeres para hablar y analizar las situaciones de violencia que enfrentan (tanto por su trabajo como por su condición de género);  generan las condiciones de  confianza para expresar miedos, culpas, necesidades e incertidumbres sin temor a ser señaladas o cuestionadas, así como para reconocer y fortalecer su empoderamiento. Al estar centradas en la situación y necesidades de las defensoras de derechos humanos, estas redes permiten adaptar y construir medidas de protección y apoyo específicas para que las defensoras puedan prevenir y enfrentar el riesgo. Un esquema de protección en red permite en general reacciones más rápidas frente a situaciones de emergencia y optimiza los recursos existentes; además, pone a disposición de las defensoras en riesgo una amplia gama de experiencias, capacidades y estrategias de protección desarrolladas por las diversas integrantes de la red. Finalmente, a través de estas redes sus integrantes pueden amplificar las denuncias sobre agresiones y generar información sobre la situación para orientar las políticas de protección de los Estados desde un enfoque de género.

Hasta el momento forman parte de la Iniciativa Mesoamericana de Defensoras de Derechos Humanos redes nacionales centradas en la protección a defensoras en México, El Salvador, Honduras, Guatemala y Nicaragua que en su conjunto vinculan a más de 690 mujeres que trabajan por los derechos humanos en muy diversos ámbitos y temáticas. Son espacios protagonizados por mujeres defensoras sin importar  su auto adscripción, el ámbito de trabajo o la jerarquía que tengan dentro de sus organizaciones y movimientos donde confluyen,  que suman las experiencias, saberes y recursos de una gran diversidad de mujeres y organizaciones. Desde estas redes se denuncian y documentan las agresiones que enfrentan las defensoras de derechos humanos sin importar el origen o actores involucrados en dicha violencia; se apoyan casos específicos de defensoras en situación de riesgo en coordinación con una amplia gama de organizaciones especializadas en temas de protección tanto a nivel nacional como internacional y se desarrollan capacidades para la protección desde un enfoque de género.

Las redes de apoyo no sustituyen la obligación de las autoridades gubernamentales de garantizar un entorno seguro para que las personas puedan ejercer su derecho a defender de derechos humanos, sin embargo, pueden contribuir a la acción estatal: dando seguimiento y asegurando disposiciones legislativas y administrativas internas que faciliten la labor de las defensoras y no las criminalicen; desarrollando medidas para modificar los patrones socioculturales que están en la base de la violencia contra las mujeres; impulsando el establecimiento de mecanismos y medidas institucionales de protección que integren la perspectiva de género y asegurando la debida diligencia para sancionar y prevenir las violaciones y los abusos de los derechos de las defensoras, entre otras cosas[4]. También permitan amplificar  voces, dar mayor visibilidad y reconocimiento a la labor de las defensoras; contribuyen en una lógica de activa participación ciudadana, a poner en la agenda pública necesidades, riegos y situaciones específicas que enfrentan las defensoras de derechos humanos y generar un espacio de solidaridad, soporte y acompañamiento que proteja la vida y la integridad de las defensoras.

Las redes salvan y fortalecen el poder colectivo de las mujeres que día a día trabajan por un mundo mejor para todos y todas sin discriminación.